21 Nov La importancia del reconocimiento en las aulas

¿Te suena esa frase tan conocida en el mundo empresarial de “para eso te pagan”? Es una de esas típicas frases en las que se da por hecho que tu obligación es hacerlo perfecto, sin errores y si puede ser bien hecho a la primera.  Pero no es el único contexto en el que se produce sino que en el mundo educativo las cosas funcionan de manera similar. 

En nuestras aulas podemos pasar días y días, me atrevo incluso a decir que semanas o meses sin reconocer a nuestros alumnos nada positivo de lo que hacen. Si además nos encontramos con el típico alumno gamberrete, casi seguro que al cabo del día se llevará unos 200 “Nos”, más de 30  miradas desafiantes, mezcladas con 5 castigos y además en tono no muy amable.

Este tipo de situación nos lleva a una serie de consecuencias en nuestra vida. Para nosotros es muy habitual encontrarnos en el contexto formativo/empresarial con adultos que reaccionan muy mal ante críticas aunque estén hechas de forma constructiva. Esto tiene su lógica si nos remontamos a cómo ha sido su vida a nivel de equilibrio entre reconocimiento y castigo en su infancia, adolescencia, etc. Yo no sé cómo fue tu infancia en estos términos pero creo que pudo ser similar a la mía. Muchos nos criamos en una época en la que si hacías algo incorrecto en clase el profesor no permitía que te fueras a casa sin saberlo y sin llevarte algún castigo. Después llegabas a casa y recibías un puro seguro de tu madre. Cuando llegaba tu padre del trabajo, recibías otro (a veces superior) pero es que si de mientras subía la vecina por la escalera y escuchaba a tu madre, entraba en casa y te pegaba otro. Al menos los que vivíamos en escaleras donde no había ascensor…

Esta tipo de situaciones vividas en nuestra infancia hace que haya un desequilibrio continuo entre reconocimiento y castigo por lo que cuando en la vida adulta alguien intenta hacernos una crítica saltamos de una manera totalmente inconsciente. Da la sensación de que dentro de nosotros no podemos soportar más  «que malo eres».

Es cierto que hoy en día también me encuentro con muchas situaciones educativas que se van al extremo contrario: creamos mundos en los que a las niñas les decimos que son nuestras princesas y los niños unos campeones. En muchas situaciones veo que no nos atrevemos a poner límites porque creemos que eso les hará infelices y así final nos encontramos con el resultado opuesto: grandes autoestimas que pierden humildad, que no toleran la frustración y que a veces pueden machacar a otros fácilmente.

Posiblemente la virtud está en el punto medio, es decir, recibir reconocimiento cuando algo está bien hecho y poner límites y consecuencias cuando algo está mal hecho. Desde ese punto de vista vamos a ver algunas características que debe de tener el reconocimiento en nuestras aulas para ser efectivo.

CARACTERÍSTICAS QUE DEBE DE TENER EL RECONOCIMIENTO EN LAS AULAS

Mejor no material: en muchas ocasiones el reconocimiento se traduce en forma de regalo, cuanto más grande y más caro mejor pero con el tiempo estos tipos de reconocimientos son olvidados por la persona que los recibe. En general produce mucho más impacto compartir unas palabras sinceras en vez de un regalo. Seguro que recordarás en tu vida el momento en el que alguien te valoró con palabras mientras que es posible que hayas borrado de tu mente algunos regalos que recibiste al aprobar una asignatura.

Cercano a la acción que se reconoce, sobretodo cuanto más pequeño es el niño: si el reconocimiento se posterga demasiado, pierde el sentido mismo porque al niño le costará relacionar el reconocimiento con la acción por la que se le premia.

No ser comparativo, sino exclusivo: siempre que se pueda hacer a solas cobrará más sentido para la persona que lo recibe y además no provocará envidiasen el aula. Además, eso permite mirarle a los ojos, tomarse el tiempo necesario para que produzca los efectos buscados en el propio alumno.

No tiene edad: creemos que los que más necesidad tienen de reconocimiento son los niños y en este puntos nos equivocamos ya que como adultos tenemos igual o más necesidad de ello. Como comentaba anteriormente la balanza entre el reconocimiento y el castigo suele estar desequilibrada por lo que tenemos necesidad de que algo aumente las valoraciones positivas.

Individualizado: si por ejemplo le reconocemos algo en medio de una formación a una persona muy tímida, le hacemos pasar más vergüenza que otra cosa con lo que el reconocimiento se desvanece.

Adaptado a la situación: no debemos de reconocer de forma desmesurada. Si cada vez que un niño aprueba una asignatura le compramos un móvil, una play, una moto, etc. hacemos que se pierda el placer las cosas bien hechas sin buscar detrás de ello una recompensa. 

Posiblemente podríamos marcarnos un objetivo al día: dar un reconocimiento al día a un alumno, un objetivo realista que nos permita tener presente cada día el reconocimiento. Como dice uno de mis «maestros” a un niño siempre se le puede reconocer algo por pequeño que sea, aunque sea que viene bien peinado.

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