09 Jul Experimento: tres años sin pantallas (CASI)

Es posible que a lo largo de estos tres últimos años, me hayas seguido en redes y hayas vivido un experimento que inicié el 14 de junio de 2017. También es posible que me acabes de conocer, por lo que si necesitas saber la historia previa puedes antes leer “Experimento: un año sin pantallas: ¿acierto o error ?” y “Experimento : dos años sin móviles, sin televisión y sin Tablet”. 

Como verás ya han pasado algo más de tres años de aquel experimento y me gustaría compartir contigo (si te interesan) algunas reflexiones interesantes que he sacado de este último año.

Cuando mis hijos nacieron tomé una decisión respecto a su educación y es que no tendrían pantallas de móviles, tablets, televisión o similar durante sus primeros años de vida. Esto llevó a unos resultados espectaculares durante el primer y el segundo año: cambiaron las pantallas por investigar, jugar, trepar, contar historias a mi lado, romper, hablar, chutar y mil otras acciones que les han llevado a ser esos dos pequeñajos “intensos y simpáticos”. Notas musculaturas desarrolladas y un cerebro que no se queda muy atrás. Ves atrevimiento, fuerza para levantarse cada vez que caen, capacidad de sociabilizar y de disfrutar de cada cosa que viven. 

Esta decisión me ha llevado a momentos duros y de cansancio donde haberles puesto una pantalla habría sido mi salvación, pero no, me he mantenido acertada o equivocadamente viviendo este experimento. Esto me lleva un año más a aprendizajes y regalos espectaculares para ellos mismos. Te cuento algunos…

– Hablan por los codos y con un lenguaje realmente entendible. Es cierto que mezclan idiomas sin parar (me ha pushado, jamburguesa, la iaia me ha calliado, ese niño me ha mosado) o reinventan palabras existentes (me ha picado un mostico, he comido celejas, ha comprat torangetes, pantalapajaros) pero me fascina cuando los dos se ponen a contarme una historia tras otra de manera tan entenbible. Y es que además notas esa cara de disfrute de contarte la historia una vez tras otra…el autobús que golpeó a un coche, la niña que lloraba en el cole o incluso el dinosaurio que dicen que iba por la carretera.

– Su energía supera la mía y la de todo mi edificio junto. Da igual que sea energía para correr, montar en bici, en patinete,la energía les sobra y además tienen la fuerza de voluntad entrenada para aprender en pocas horas alguna de estas habilidades. Y es que saben el truco: probar, fallar, volver a intentar, caerse, levantarse y volver a probar.

– Les encanta ir a lugares, quedar con gente y hacer cosas fuera de casa: el río es un lugar fantástico donde el arenero es un espacio mágico, la playa se ha convertido en el mejor restaurante para las noches de verano, la montaña es un lugar perfecto para descubrir dos tipos de tesoros: los palos y las piedras.

– Abrazan, besan, aman, sienten… y su ya memorable “¿sabes que te quiero?”. Puede que sea una de esas frases que han aprendido a regalar al mundo, a los abuelos, a mis compañeros del trabajo, a nuestros amigos, a su profesora, incluso entre ellos mismos. Cuando dicen esa frase mirándote directamente y sintiendo todo el contenido de la misma, hacen que los ojos del que lo recibe…¡brillen!

Y sí, por estos motivos y muchos más me he mantenido en el experimento, aunque como veréis he incorporado un “casi” en el título de este post. Este año han empezado las excepciones y la adaptación del experimento. A finales de marzo tuvimos que tomar la decisión de que los dibujos empezarían a formar parte de su vida (y de la nuestra…creo que más de la nuestra). Las 24 horas encerrados eran difíciles de gestionar cuando había además una bebé y había que conseguir hacer comidas, limpiar y además teletrabajar. En ese momento tomamos la decisión de que por la tarde tendrían unos 30-40 minutos de tele. No voy a mentirte, y te diré que muchos días fue una hora porque necesitábamos un poco de paz en aquel mundo que se había convertido en caótico de la mañana a la tarde (textualmente). 

Este cambio de rumbo en el experimento ha llevado a algunas consecuencias positivas pero también te diré que me he encontrado con efectos secundarios que no me gustan para nada y que no sé manejar a la perfección. Como puntos positivos podemos encontrar estos:

  • Les ha servido para empezar a desarrollar la habilidad que también necesitarán en su vida escolar o laboral, de atender a una pantalla. Te puedo decir que parece que hayan nacido con esta habilidad porque casi desde el primer día demuestran grandes dotes de saber cómo se hace esto de estar tirado en un sofá.
  • Han descubierto a Marshall, a Chase, a Sky, Owlette, Catboy, Gekko, etc. por lo que su nivel de experiencias y aprendizajes aumenta. Ahora ya entienden el lenguaje de otros niños cuando hablan de todos estos personajes.
  • La selección de dibujos que hemos hecho les lleva también a desarrollar habilidades de ayuda hacia otros, de entender profesiones que hay en el mundo y a darse cuenta de cuánto puede colaborar el ser humano con otros seres humanos.
  • Pero la parte más bonita creo que ha sido la de abrirles el mundo a nuevas aventuras. Desde que Paw Patrol llegó a nuestras vidas (también a la mía), nuestro día a día se ha convertido en una experiencia continua: cada dos por tres llama al teléfono fijo Raider para pedirnos una nueva misión…a veces recuperamos a Sky que se ha perdido, otras veces pintamos un dibujo o tenemos que cantar a viva voz en el balcón cumpleaños feliz, sea como sea, los dibujos les han permitido crear nuevos mundos y soñar despiertos…algo obligatorio en esa época de vida.

Me encantaría acabar aquí el post y decirte que esto es todo lo que ha ocurrido pero no, tengo que serte sincera y no venderte solo las maravillas de mi forma de educar. Esta cesión que se ha mantenido más allá del confinamiento total, siento que también tiene efectos perjudiciales:

  • Está creando una adicción en ellos: al final del día y después del parque y de la ducha, ellos saben que tendrán un “poquito de dibujos” o “quatre minutes” como dice Leone. Esto hace que algunas acciones como el baño que pueden ser disfrutables se conviertan en un mero trámite antes de llegar al sofá, y es algo que no me gusta. 
  • También se produce el momento de cerrar la pantalla y ese momento siempre acaba con la melodía de fondo de ambos llorando al unísono: “más, más, más”. No es que dure una hora este lloro desconsolado…¿pero todos los días igual?
  • Y el último punto es que cuando miran la pantalla, desaparecen, dejan de existir y estar presentes. Puedes bailarles, cantarles, caerte al suelo o ofrecerles un helado y prácticamente no son capaces de verte ni escucharte.

Es posible que se puedan tener los beneficios sin tener estos efectos secundarios, pero al menos yo no lo he conseguido. ¿Se te ocurre alguna forma de hacerlo mejor?

Me encantará escuchar vuestras aportaciones y solo deciros que aunque este experimento acabe en estado puro, se abrirán muchos nuevos experimentos que espero compartir con vosotros.

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